Hace cuanto que no confiás. Hace cuanto que no. Te levantás una mañana y en eso, antes de hacer el mate, mirar por la ventana. Mirar, sólo por mirar, por detener un instante el ciego parpadeo que nos encadena la mirada. Sólo por acercar un poco la nariz al vidrio, arrimar el mundo. Hace cuánto, cuántas lunas que no caminás... por caminar. Como fin último. Que no decís: voy a salir a caminar, ya vengo. Andar, dejar las ideas repartirse en cada olor, en cada farol, en cada tango. Patear. Andar, sin nadie, aromas, silbidos, bicicletas, interior. No pensar en la casa, ni en buscar las llaves a tiempo. Ni siquiera tocar el bolsillo para tantear la comunicación. Mucho menos pensar en dónde poner las manos. Caen solas. Se acomodan al ritmo de marchar. Se van haciendo placer. Y después las cárceles sobre la vereda, llenas de persianas y de rejas, sí, rejas, aunque no lo creas. Nos van pareciendo ajenas. Besos en la calle, por calle nada más. ¿Qué rumbo? Ya va a venir, o nunca tenía que existir, y sólo más adelante el sentido era andar, cada paso dado, eso podía parecer un rumbo, posible, de los tantos que había. Era tan simple como no pensarlo. Agarrar las llaves, y meterle. Comprar la vereda, gastar la suela, practicar. Primero una cuadra. Después la manzana, vigilar la luna inquieta. Volver a guiñarle un ojo. Y mañana, tres esquinas, saludos a todos, no sé cuándo vuelvo. Entender las calles como la primera vez. ¿Qué motivos? Los pies. No tenemos que hacer nada. Ni siquiera pensar cuándo dar el paso. ¿Qué productivo? Productivo, nada. Nos pasamos la vida desesperadamente buscando tiempo, queriendo agregar horas al día, pero en el fondo no sabemos qué hacer con ese resto, es el absurdo mismo. La idea es perder las monedas a propósito, algún día alegrarán a otro. Acá la vista va para adelante, y el cuerpo hace lo suyo. Será tomar la calle por asalto, dejar llover pensamientos. Será caminar, tomar las riendas de nuestras piernas, decidir la flexión de nuestras rodillas, dejar caer las ideas, que lluevan antes que el clima. Será entender que no había nada de aburrido en dar una vuelta. Dar vueltas es encontrarse de a poco. Es meter en los bolsillos lo poco que nos queda, y preguntarle a la calle qué tiene hoy para ofrecer.
Las formas, surgen...
"¡Las grandes formas, surgen!
Formas de la Democracia total, resultado de centurias,
formas que se proyectan siempre sobre otras formas,
formas de ciudades turbulentas y viriles,
formas de los amigos y de los seres hospitalarios de toda la tierra,
formas que abrazan la tierra y se unen a toda la tierra."
*Entre las más atroces calamidades (desde la ignorancia para el control, la comida para los controladores, los controladores para las multinacionales, las multinacionales para el mercado, el mercado para el consumidor registrado, hasta el consumismo para la sensación de vacío, el vacío efectivo luego del consumo, la aparente circularidad de los días, luces de neón y ofertas para la distracción, el aplacamiento verbal, la mercantilización del deseo) surgen voces, nuevas o estereotipadas, que intentan darle forma de cambio a la materia cotidiana.
Combatir a viva voz las viejas y vigentes formas, es el objetivo subjetivo e implícito. En el combate cotidiano las nuevas voces triunfan con la escritura de un poema, el rasguido un acorde, en la creación de una pincelada cromática más.
Expresar una idea, generarla, germinar una emoción en el otro, apareciendo, creando nuevas creaciones, apostando a la utopía, para mostrar la posibilidad y la REALIDAD del cambio, es la lucha continua, individual, social, y visceral que día a día, creo y espero, nos vaya contagiando a todos...
¡..BIENVENIDOS!
Uma
Tuesday, September 17, 2013
Hace cuanto que no confiás. Hace cuanto que no. Te levantás una mañana y en eso, antes de hacer el mate, mirar por la ventana. Mirar, sólo por mirar, por detener un instante el ciego parpadeo que nos encadena la mirada. Sólo por acercar un poco la nariz al vidrio, arrimar el mundo. Hace cuánto, cuántas lunas que no caminás... por caminar. Como fin último. Que no decís: voy a salir a caminar, ya vengo. Andar, dejar las ideas repartirse en cada olor, en cada farol, en cada tango. Patear. Andar, sin nadie, aromas, silbidos, bicicletas, interior. No pensar en la casa, ni en buscar las llaves a tiempo. Ni siquiera tocar el bolsillo para tantear la comunicación. Mucho menos pensar en dónde poner las manos. Caen solas. Se acomodan al ritmo de marchar. Se van haciendo placer. Y después las cárceles sobre la vereda, llenas de persianas y de rejas, sí, rejas, aunque no lo creas. Nos van pareciendo ajenas. Besos en la calle, por calle nada más. ¿Qué rumbo? Ya va a venir, o nunca tenía que existir, y sólo más adelante el sentido era andar, cada paso dado, eso podía parecer un rumbo, posible, de los tantos que había. Era tan simple como no pensarlo. Agarrar las llaves, y meterle. Comprar la vereda, gastar la suela, practicar. Primero una cuadra. Después la manzana, vigilar la luna inquieta. Volver a guiñarle un ojo. Y mañana, tres esquinas, saludos a todos, no sé cuándo vuelvo. Entender las calles como la primera vez. ¿Qué motivos? Los pies. No tenemos que hacer nada. Ni siquiera pensar cuándo dar el paso. ¿Qué productivo? Productivo, nada. Nos pasamos la vida desesperadamente buscando tiempo, queriendo agregar horas al día, pero en el fondo no sabemos qué hacer con ese resto, es el absurdo mismo. La idea es perder las monedas a propósito, algún día alegrarán a otro. Acá la vista va para adelante, y el cuerpo hace lo suyo. Será tomar la calle por asalto, dejar llover pensamientos. Será caminar, tomar las riendas de nuestras piernas, decidir la flexión de nuestras rodillas, dejar caer las ideas, que lluevan antes que el clima. Será entender que no había nada de aburrido en dar una vuelta. Dar vueltas es encontrarse de a poco. Es meter en los bolsillos lo poco que nos queda, y preguntarle a la calle qué tiene hoy para ofrecer.
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