Para dejar esas piedras en un desierto húmedo. Como toda mujer algo dejó siempre, como alguna mujer eligió olvidar para ser, así caen las piedras a la tierra baldía. Carruajes antiguos cuyas ruedas se deshacen. Campanas desdobladas ya no anuncian hora ninguna.
¿En dónde el olvido? ¿Dónde la fuerza de los caballos para traer lo que quedó trunco?
Inclinarse a doler la piedra, a lamentar, a creer; rezarle poemas en silencio. Habremos de corroer el dolor hasta desmenuzarlo y darle su arena al viento. Y preguntamos: a dónde fue el peso de todas las rocas arrojadas. En qué profundidad descansan las páginas no leídas, salteadas para no sufrir, las páginas negras que sólo atrasan la pregunta:
¿Qué castigo merece quien elige con todo su cuerpo el vacío de vivir?
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